10 de maig 2007

Una memoria en technicolor




Joe Boyd El productor-manager y artífice del underground londinense de los 60’s disecciona en su crónica tres décadas de música.

Uno de los clichés más usados al hablar de los años sesenta afirma que el que estuvo allí no lo recuerda, una frase que suena como si la hubiese acuñado Cherry -digo, Jerry- García de los latosos Grateful Dead. Pero supongo que el tema de acordarse o no depende de las drogas que uno decidiera meterse entre lengua y espalda, de la masa gris, y también del interés documental “me observo a mí mismo mientras estoy viviendo” estilo Baudelaire. El productor-manager-fan Joe Boyd lo primero que deja claro –o lo último, pues la frase termina el libro- es que “yo estuve allí, y me acuerdo”. Tras haber paseado agarrado de los faldones de su Blancas bicicletas por todos los 60’s, el lector solo puede asentir. La extraordinaria capacidad raconteuresca de Boyd quizás provenga de una actitud que él describe así: “Parte de nuestra fuerza provenía de nuestro sentido de conexión con el pasado (...) Intentábamos hilvanar el velo del tiempo y captar cómo sonaba, cómo se sentía, veía y olía”. Esas son precisamente las sensaciones que Blancas bicicletas busca darle al lector; una inmersión excepcional en lo que era –como el subtítulo anuncia- el crear música en los 60.
Si no conocían a Joe Boyd, no se culpen; es el típico personaje que tiraba de las cuerdas sin darse ínfulas. Nacido en Princeton, New Jersey, en 1942, un “chico respetable de clase media”, Boyd desarrolló una temprana pasión por la cultura negra, buscando escapar de las limitaciones de su educación middle class; esa misma pasión sería la que le llevaría a ser un protagonista esencial en el desarrollo de la música a lo largo de las siguientes tres décadas. Música, por cierto, es la palabra clave aquí. Boyd va a mostrarles con feliz detalle solo lo relacionado con los artistas con los que estuvo involucrado, y casi todo va a girar alrededor de esos artistas y discos. Imaginen haberse casado con él.
Verán pues el nacimiento del folk y su posterior explosión en 1957, las facciones folkies enfrentadas de los archivistas Alan Lomax y Harry Smith (que culminarían en los célebres cismas “te corto el cable del micrófono, leches” entre la Nueva Guardia y la Vieja Guardia del Festival Folk de Newport de 1965), la Blues & Gospel Caravan de 1964, el risorgimento del folk inglés, el nacimiento del R&B británico (The Pretty Things, The Spencer Davis Group), su estancia en la prisión de Brixton –todo un rite of passage de los sesenta- y la operación europea de Elektra que él mismo dirigió. Se tocan con detalle la Incredible String Band, el underground inglés de 1966-67, Pink Floyd, The Move (“su música convergía con la psicodelia, pero era psicodelia para bebedores de cerveza”), el mítico club psicodélico UFO (que Boyd organizaba junto a Nick Hopkins), la gira europea del Newport Jazz de 1966 (con mención gastronómica a Catalunya), el festival 14th Hour Technicolor Dream o la Island de Chris Blackwell (Nick Drake, claro). Pero no solo se trata de dejar caer nombres. Por el camino, Boyd efectúa todo tipo de observaciones vitales; sobre la decadencia del blues (“se convirtió en un cliché con asombrosa rapidez”) o porqué detesta Inglaterra su propia música folk. Disecciona la obsesión de las clases obreras inglesas por el pop, ojea la aparición de los skinheads o rememora el shock y rechazo que provocaron los hermanos Ayler en el mundo del jazz (en París, la gente se peleaba “a puñetazo limpio” en sus conciertos; Boyd apunta gloriosamente: “¡Qué magnífico que en aquella época la gente se pelease por la música!”).
Blancas Bicicletas es pues –a pesar de esa portada- imprescindible para todo aficionado o connoisseur de la música de los 60’s, hasta hace poco privado dramáticamente de traducciones dignas. Desde Cultura/S queremos manifestar nuestra más firme esperanza de que esto sea solo el comienzo, y los fans del tema puedan en breve disfrutar también de otros libros esenciales como Days in the life y All dressed up (ambos de Jonathon Green), Stoned de Andrew Loog Oldham, You don’t have to say you love me de Simon Napier-Bell o Give the anarchist a cigarette de Mick Farren. Tomen nota, se lo ruego.
Kiko Amat

Blancas bicicletas; creando música en los 60
Joe Boyd
Global Rhythm
254 pág.
(Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 2 de mayo de 2007)