13 de set. 2007

Pandilleo pre-histórico

Les voy a hacer un examen tipo test. Espero que no les importe. La pregunta que quiero hacerles es: ¿Cuándo surgen las primeras pandillas de teenagers? ¿Cuándo empieza el descontrol de gang juvenil? ¿Cuándo se inventa la subcultura adolescente tal y como la conocemos, con sus rituales diferenciados, ropa estridente, comportamiento tribal? Pueden escoger entre cuatro opciones:

a) 1850
b) 1954
c) 5237
d) 1977

¿Ya terminaron? Obviamente, la c era de broma; 5237 es el número que el escritor norteamericano John Fante llevaba tatuado en el hombro. Perdonen la gracia privada. Pero, volviendo al test. Quizás me paso de listo, pero seguro que la mayoría de ustedes habrá escogido fechas post-IIª Guerra Mundial, tal vez pensando en los rockers y los mods ingleses, los primeros teddy boys británicos, el fenómeno del rock’n’roll y los teenagers americanos de los 50. O incluso habrán marcado la d, esa fecha –para muchos de ustedes antediluviana, para otros algo más cercana- en que el mundo, aparentemente, vio aparecer a los jóvenes airados, el punk rock, Dios salve a la reina, señores vestidos con bolsas de basura, imperdibles y teñidos capilares de maruja anfetosa, toda aquella distorsión y velocidad pop. Pues bien: la fecha correcta es –redoble de tambor- 1850. Como lo oyen, queridos. Ni mods, ni rockers, ni rude boys, ni rastas, ni punks, ni skinheads, ni beatniks, ni hippies... Esto de la tribu teenager es más viejo que el ir a pie.


Para empezar, no fue hasta que un señor con barba llamado G. Stanley Hall se puso manos a la obra que la adolescencia se consideró por fin un estadio separado de la infancia o la edad adulta. Antes uno pasaba de niño a viejo. ¿Se imaginan? De los juguetes a la hipoteca, sin pasar por la conga y el despelote. Así, Hall -que citando a Platón definió la juventud como “una borrachera espiritual”- fue el primero que sublimó hacia 1870 el concepto de adolescencia y situó su duración de los 10-12/14 años de edad hasta los 21/25 (variando entre chicos/chicas). A partir de allí ya se pudo salir a la calle a apedrear farolas, ponerse ropa chillona, escuchar discos raros, peinarse absurdamente e intentar impresionar al sexo opuesto con andares de pavo real escocido. Todo aquello por lo que vale la pena vivir –y que tan buenos ratos nos ha hecho pasar, caramba- tiene cientos de años de historia. Jon Savage se lo cuenta mejor que yo en su último libro Teenage; the creation of youth 1870-1945, pero no se apuren, que yo les hago aquí mismo un quién es quién del pandilleo teen de aquellos años locos.

NY Gangs (1857-1900): Como en la película aquella y el libro de Herbert Asbury. Desde mediados del siglo XIX, jóvenes delincuentes neoyorquinos agrupados en bandas con nombres coloridos como los Dead Rabbits, los Bowery Boys, los Whyos, las Lady Locusts (solo chicas) o los Five Pointers se dedicaron a coger por cualquier medio las cosas que les parecían vitales: “intoxicantes, armas y ropa”. Sí, el dandy pandillero empieza más o menos allí. Asbury recalca cómo el jefe de pandilla “proclamaba su dominancia mediante la vestimenta”, y el significante básico de referencia de estos grupos solía ser el atuendo. Un mundo autónomo basado en camisas de colores, navajas automáticas y chulería púber. ¿Les suena?



Hooligans (1870-1900): También llamados scuttlers o street arabs, y bautizados como hooligans por la prensa (un epíteto racista: era un apellido irlandés, y ya se sabe que en Inglaterra los irlandeses siempre tienen la culpa de todo). El pandillero hooligan de finales del siglo XIX lucía un atuendo que precede casi todos los detalles de las subculturas que conocemos hoy: Pantalones de campana, cinturón customizado con corazones o serpientes de metal, e incluso con el propio nombre (¡100 años antes que los B-Boys!), pañuelo al cuello (distinto color para cada banda), gorra de lado y, en algunos casos, también peinado mohicano (¡un siglo antes del punk!). Dandismo, violencia y mala alimentación; todo estaba inventado ya.


Apaches (1860-1900): Como los anteriores, pero en Francia. “El Apache es sentimental, un dandy que sabe lo que hay, con sentido del honor y gusto por la distinción. No se resigna a nada”, decía un periodista de la época. Con sus chaquetas negras y camisas de colores chillones, fulares coloridos y pantalones llamados “dolor de barriga” (de fieltro y con enormes bolsillos delanteros), tatuajes y gorras planas, pandas como Les Aristos, Les Coeurs d’Acer (corazones de acero) y Les Riffaudes preceden el tribalismo rocanrolero por varias décadas.


Los Vorticistas / Futuristas (1900-1920): Eran grupos de vanguardia artístico-política, la verdad, pero su comportamiento punkoso se asemejaba peligrosamente al de un gang de callejón. Los Vorticistas inventaron el manifiesto de doble cara con odios/amores (Blast / Bless) que luego adaptaría Malcolm McLaren para sus camisetas de Sex Pistols, tenían un fanzine (Blast) en el que insultaban a todo bicho viviente y proclamaban ser (en mayúsculas) “JÓVENES ENORMES, EXPLOTANDO POR TODAS PARTES CON ROPA EXTREMADAMENTE ESTRECHA”. Más claro, agua.


Neo-Paganos (1900-1910): Los beatniks o hippies de hace un siglo. Les gustaba el camping cuando nadie hacía camping, discutían de socialismo, se bañaban en pelotas y estaban fascinados intelectualmente por el sexo. Decían que todo el mundo debería morir a los 40, y que ellos permanecerían eternamente congelados en la infancia. Su líder espiritual, Rupert Brooke, con su media melena y camisas bolsudas y corbatones, parece en las fotos un antepasado beat y decadente de Christian Bale.


Flappers (1920’s): Las primeras adolescentes liberadas que inmortalizó Zelda Fitzgerald en su colección de historias Flappers and Philosophers. Cabello corto a lo casco (extravagante por aquel entonces), flirteantes, patinantes, obsesionadas con el Charleston, la independencia y el pasarlo de fábula todo el tiempo. El precedente obvio de la teenager americana de los 50.


Sheiks (1920’s): No fue tanto un gang o una subcultura, sino un popular nuevo estilo masculino. El nombre hacía alusión a los fans de Rodolfo Valentino, especialmente en el film The Sheik (1921), donde el actor hacía de tórrido y feromonado jeque árabe. El look: Raya en medio a lo hachazo, entallado avispesco y cintura altísima, propuesta de fornicación poco disimulada.


Swing Heini / Swing Boys (1937-1945): Alemanes anglófilos en plena era nazi, fans de la ropa chocante y el swing negro, por supuesto. Se pasaban el día organizando bailes clandestinos donde poder jitterbuguear en “salvaje éxtasis”, dejándose crecer el pelo y llamándose los unos a los otros “baby”. Sus bandas tenían nombres como Kittelsbach Pirates (estos se organizaron varias veces para dar palizas a las Juventudes Hitlerianas) y se reconocían entre ellos silbando canciones de jazz.


Zazous (1935-1945): De nuevo lo mismo, pero en francés. El nombre proviene de una canción de Cab Calloway, Zah Zuh Za, que les volvía locos. Llevaban bigotillos Clark Gable, pantalones inmensos, pelo extremadamente largo y engominado (“aceitosos como ensaladas”, que dijo el periódico L’Illustration), zapatos creepers (los que más tarde adoptarían los teddy boys) y corbatas de colores. Existencia secreta, vandalismo público y raves antes de que existieran las raves. Y politizados: Cuando el régimen colaboracionista de Pétain instauró la estrella amarilla para los judíos, los Zazous respondieron, en un Gran Gesto de gloriosa gallardía subcultural, cosiéndose estrellas amarillas con las palabras SWING en el pecho. Vaya pelotas.


Zoot-Suiters (1940’s): Magullados protagonistas de los tristemente célebres Zoot Suit Riots de 1943 en LA, cuando centenares de GI’s la emprendieron contra todo pandillero Zootsuiteado que se les cruzara. Los Zoot Suiters eran jóvenes pachucos méxicano-americanos en rebelión contra sus dos culturas paternas. Su “bandera de deshonor” (como la llama Savage) era la ropa: los trajes Zoot, importados de la moda negra, perfectos para bailar el jitterbug, con sus faldones gigantescos, solapas mayestáticas, en amarillo y púrpura, con botones de nácar, eran una forma de decirle a la América convencional: ‘Iros todos a la mierda. Soy bello. No soy un sub-hombre. Esta ropa es mi dignidad, mi arrogancia, mi orgullo, lo único que tengo. Arrancádmela si os atrevéis’. Al final les dieron para el pelo, pero en Gran Gesto volvimos a ganar los buenos.

Kiko Amat


(Artículo publicado originalmente en el suplemento EP3 de El País del 31 de agosto de 2007)