19 de febr. 2010

Bill Withers: Un soulman con freno y marcha atrás


Quisiera presentarles a todos ustedes al perfecto opuesto de Rick James. El anti-Jagger. Una estrella a regañadientes que se negó a convertirse en Supernova del soul y, efectuando un giro en U prácticamente inaudito en la historia de la música, interrumpió su carrera para volver con su familia y amigos. Bill Withers, como el astronauta que primero se arranca el casco para comprobar si la atmósfera es respirable, demostró que algo así puede hacerse. Es más: que es recomendable hacerlo. Por supuesto, ese frenazo por sí solo no explica su grandeza. La negación a participar en el Pan y Circo sólo se transforma en glorioso acto de dignidad cuando has sido invitado a él; rechazar venderte cuando nadie te compraría ni de rebajas no tiene mérito alguno. Pero una vez sentado en la mesa de los vencedores, ponerte en pie y, sin mediar palabra, largarte... Eso requiere mucha fuerza de voluntad. Y decencia. Y alma.

Withers nació en 1938 en SlabFork (Virginia), que es como decir Ninguna Parte. Un chico tartamudo y asmático que -gracias a la influencia de su abuela, inmortalizada en “Grandma’s hands”- logró superar su dolencia y entrar a trabajar para las fuerzas aéreas. “Una vez un profesor me llamó minusválido”, declararía en el documental sobre su vida, Still Bill. “No me gustó esa palabra (...) El ser etiquetado como “minusválido” me provocó una crisis de confianza. Sólo quería irme y volver a empezar con gente nueva. La Marina, a los 17 años, parecía un buen sitio a donde ir”. Withers pasó nueve años enrolado en la Armada, y unos cuantos más instalando lavabos en aviones para compañías aéreas. Fue allí, cantándose a sí mismo, cuando empezó a componer canciones (“Use me” o la mencionada “Grandma’s hands” datan de esa época). Withers afirmaría años después que “había vivido una gran parte de mi vida antes de entrar en el mundo de la música”, que su carácter adulto y círculo de amistades estaban ya formados para cuando le llegó la fama. Y eso fue su salvación.

Sea como fuere, lo cierto es que Withers estaba aún colocando letrinas, silbando feliz, cuando Sussex le produjo su álbum de debut Just as I am (1971). El hit del disco, “Ain’t no sunshine”, ascendió imparable hasta el #3 de las listas americanas -ganando un Grammy a Mejor Canción de R&B- mientras su autor vegetaba en la oficina del paro. Withers, que no tuvo guitarra propia hasta 1970, y que jamás había tocado en directo, se vió de repente debutando para 5000 personas; siendo invitado al Zaire ’74 para tocar con James Brown; tuteándose con Muhammad Ali; apareciendo en The Johnny Carsons Show. De aquellos años diría: “Una nueva palabra entró en mi vida: Guapo. Parece ser que te vuelves hermoso de golpe cuando tienes un hit”. Su fama cobraría el impulso definitivo con el segundo álbum para Sussex, Still Bill (1972). El álbum saldría disparado como un misil hasta el #1 de las listas de R&B, y dos de los singles extraídos, “Lean on me” y “Use me” llegarían al #1 y #2 respectivamente de las listas pop. Esto es, sin duda, el vórtice de popularidad de Withers, pero también el inicio de sus dudas. Enfrentado a la purpurina y la cocaína, el músico empieza a plantearse si, realmente, todo esto compensa. “Me interesaba mucho ver si podía continuar en este negocio sin participar para nada en el juego de la fama”, declararía en Still Bill. “Pero no me salió muy bien. El juego de la fama me pegó una buena paliza”.

Terminada su etapa Sussex (con el imprescincible +Justments de 1974), Withers ficha para Columbia, que intenta -sin éxito- convertirle en una aerodinámica estrella de smooth soul fardapaquetesco. “Al explorar tus sentimientos y vulnerabilidades,” confesaría luego, “tus virtudes y defectos... Llevas encima la carga de tratar de encontrar esas emociones. Pero entonces llega una pandilla de A&R para decirte qué hacer, con todas sus sugerencias estúpidas (...) Según iba respondiendo a cosas así, mi parte simple, emocional, vulnerable, iba quedando... pulverizada”.
Uno sólo tiene que ver filmaciones en directo de Bill Withers entre 1975 y 1985 para ver a un sujeto que, disco a disco, se siente cada vez menos confortable en su propia piel. En cuanto a prueba gráfica no hay mejor material que los (tragicómicos) videos en You Tube de sus últimas actuaciones: tanto en “Just the two of us” (dueto-hit tardío junto a Grover Washington Jr.) como “A Lovely day” (un remix del tema le había llevado al #4 en UK el año 1988), el performer es un señor al que han arrancado a rastras de su casa, donde estaba en batín jugando al caballito con su progenie. Un tipo que hacía unos instantes era feliz tomando unas birras en el porche, y a quien ahora, estático como una escoba y dando tímidos un-dos de pato mareado, se le ve francamente disgustado por su presente situación.

Bill Withers grabaría 5 álbumes -que van de lo sublime a lo dignísimo- en Columbia, pero para 1985, casado y con dos niños, su santa paciencia estaba a punto de agotarse. Y a partir de 1988, como un Keyser Sözé de buen rollo, se esfumó sin decir adiós. Sabemos todo esto gracias al documental Still Bill, que recientemente logró arrojar algo de luz a la desaparición más sonada del soul. Gracias a él sabemos que Withers no se arrepiente de nada, que es feliz pantufleando y barbacoando como una persona corriente y que ni loco se plantearía volver al negocio musical. “La gente me pregunta eso a menudo” afirma en el filme. “¿Cómo pudiste dejarlo?” Para mí no se trataba de dejar nada, sino de hacer otra cosa. Me gusta la música, pero no voy a dedicarme de lleno a ella. ¿Sabes lo infeliz que serías si pensases que no eres lo que deberías ser? Empecé mi vida así, y no quiero acabarla igual”.


Casa de citas
Mi verdadera vida transcurrió cuando sólo era un currante. Sólo un marinero, sólo un mecánico. La auténtica medida de cualquier grupo de personas es cómo son los que sólo son personas”.

(Cuando empecé a darme a conocer en la música) ya tenía unos 32 años. Me llamaron la mayoría de discográficas, pero no querían algo tranquilo. Tenían el síndrome R&B, querían trompetas, tres chavalas y un traje lamé dorado. A mí, la verdad, eso no me iba. Así que pensé: “Si no me dejan hacerlo como yo quiero, tengo un buen trabajo haciendo lavabos; no os necesito, tíos”.

Una de las cosas que siempre les digo a mis hijos es: “Está bien dirigirse hacia lo “fantástico”, pero de camino hay que pasar por el “no está mal”. Y cuando llegues a “no está mal”, echa un vistazo y acostúmbrate, porque a lo mejor eso es lo más lejos que vas a llegar”.

La mayoría de la gente no sabe o no le importa quién eres. Creo que soy como los peniques; los tienes en el bolsillo pero no recuerdas que están ahí. Nadie sabe quién soy. A veces digo quién soy y no me creen. También hay gente que no lo sabe, nunca lo supo y nunca le importó. No trabajo ese circuito en el que le recuerdas continuamente a la gente quién eres”.

No tengo la personalidad necesaria para ser un artista”.
(Todas las frases de Bill Withers en el documental Still Bill)

Forget their plans / And their demands / Bill Withers was good to me / Pretend I’m Bill and lean on me
“Plan B”, Dexy’s Midnight Runners

La canción
“Ain’t no sunshine” (de Just as I am, Sussex 1971)
Lo explicaba así el autor, hablando de sus inicios en Columbia: “Entras, tocas algo y (los A&R) te dicen: “¿Dónde están los metales? Has de poner algo de metales ahí. ¿Cuánto dura la intro?” Pero mi primer éxito fue “Ain’t No Sunshine”; sin intro, ni nada. Si nadie te impone sus reglas, puedes hacer una canción sin intro”. “Ain’t no sunshine” es la típica del músico y, aunque no es mi favorita, se hace casi obligado hablar de ella. Ésta, como afirma Withers, es una canción poco convencional: empieza sin intro (así, con la voz, a la brava), y en lugar del primer estribillo dice “I know” cuatrocientas mil veces. Pero a la vez, su simple tonada y aire quejumbroso la hacen una de las canciones más pegadizas (y versioneadas) de la historia. Véanla en directo en el Old Grey Whistle Test inglés de 1972 (via You Tube) y abrácense fuerte a sus seres queridos.


3 discos

Still Bill (Sussex, 1972)
El mejor disco de Withers. Si sólo van a adquirir uno, que sea éste. Ejemplifica la típica dicotomía del compositor. La mitad del disco está compuesto por esos temas de folk witheriano con tan poco (aparente) bagaje R&B, en la onda del primer Terry Callier. Un ejemplo claro es su gran hitazo, aquí incluido: “Lean on me”. Una cosa que es medio folk catequista (no es casualidad que sea un clásico de colonias de verano), medio AOP de Laurel Canyon; pero en guay. La otra mitad del disco está hecho de soul con calentón similar al Curtis del Roots: “Kissing my love” (no se pierdan la versión brutota de Spanky Wilson, favorita de DJs), “Use me” o “Who is he and what is he to you?” (una especie del “Y cómo es él” de José Luís Perales, pero en funk vasilón).

+Justments (Sussex, 74)
El tercero. De buenas a primeras parece un álbum inferior a los anteriores, pero -como suele suceder con los mejores discos- gana con cada escucha. De nuevo, tiene el lado soul chasqueadedos (“You” es un nuevo “Use me”;“Stories” un nuevo “Who is he...”), y el lado emotivo, deep, desnudo: “Made me laugh” es como una piedra rosetta de donde podría haber salido todo el Confessions of a Pop group de The Style Council, todas las canciones gospel de The Housemartins, medio Astral Weeks de Van Morrison. El disco culmina con una narración spoken word-funk de casi siete minutos con tema ferroviario, “Railroad man”, que es acojonante.

Menagerie (Columbia, 1977)
Es un poco injusto dejar fuera el debut Just as I am, pero no quería incluir sólo la etapa Sussex. Digamos que, junto a aquel, Menagerie es el cuarto LP de Withers que necesitan. Un disco muy de su tiempo, con las inevitables incursiones en la música disco (“She wants to (get down)”) y el funkarrón late-70’s (“Lovely night for dancing”), y un par que aún no he decidido si son, o no, una basura: “Tender things” y “I want to spend the night”, ambas sexy-patilleras con saxo Frankie-Valli-en-el-Copa. El SUPERHIT, sin embargo, es “A Lovely day”: uno de los grandes himnos al optimismo y el buen humor matutino del siglo XX, y uno de mis infalibles elevadores emocionales. Una canción tan hermosa, animosa y llena de ilusión, que es imposible jorobarla (y mira que lo han intentado veces).

Cronologia
Nace el 4 de julio de 1938.
Debuta con Just as I am (Sussex, 71) a la insólita edad de 32 años.
En 1972 gana el Grammy a la mejor canción de R&B por “Ain’t no sunshine”.
Graba su segundo disco Still Bill (Sussex, 72). “Lean on me”, extraida del álbum, llega el 8 de julio de 1972 al #1 de las listas americanas.
El 30 de noviembre de 1972 aparece su disco en directo, Bill Withers Live at the Carnegie Hall (Sussex, 72).
Se casa con la actriz Denise Richards en 1973, para divorciarse al año.
Graba +Justments (Sussex, 74) y abandona el sello por disputas legales.
En octubre del mismo año es invitado a tocar en el macroconcierto africano Zaire’74, al lado de James Brown, BB King y los Spinners.
Ficha por Columbia en 1975, donde sacará un LP anual: Making music, making friends (1975), Naked & Warm (1976), Menagerie (1977) y ‘Bout love (1978).
Se casa con su actual mujer, Marcia Johnson, y tiene dos hijos: Kori y Todd.
En Junio de 1980 obtiene un nuevo hit con “Just the two of us”, una colaboración con Grover Washington Jr. La canción obtiene un Grammy en 1982.
Una remezcla de “Lovely day”, originalmente grabada en 1977, le lleva en 1988 al #4 de las listas inglesas. Sale en Top of the Pops el mismo año.
El año siguiente abandona el negocio musical, para aparecer sólo en contadas ocasiones en álbumes ajenos.

Still Bill: El documental, el hombre
La película de Alex Vlack & Damani Baker es a Bill Withers y el soul lo que The filth & the fury a los Sex Pistols y el punk. Un documento definitivo, y una obra de arte en sí misma (como corroboraron los espectadores y el jurado del festival de documentales musicales In-Edit 2009, donde fue escogida Mejor Película). En Still Bill vemos a Withers llorar cuatro o cinco veces; el tío es una fuente. Cuando habla del tartamudeo que padecía a los veinte, y acude a un grupo de terapia de tartamudos, y rememorar su pasado: Zas. Lágrimas. Cuando su hija le presenta una canción que ha compuesto recientemente: Zas. Lagrimones. Lo curioso de esto es que en ningún momento es patético; todo lo contrario: es algo inmensamente inspirador y bello.

En otras ocasiones, el documental es algo así como la escena del mercado cockney que hay en todas las películas musicales inglesas de los 60, con el protagonista saludando a la lechera, el cartero y dando palmaditas a los perros al pasar. La diferencia es que, en el filme, nada es impostado: He aquí a Bill Withers regresando a su pueblo y dándose una vueltecita con el alcalde. Le conoce y celebra todo el mundo (o sea: los cuatro habitantes y el gato que aún no se han decidido a emigrar), mientras Withers duda entre sentirse incómodo o halagado. En una escena posterior, reunido para tomar el té con unos antiguos amigos de la Navy, puede verse aún mejor cual es el papel de Withers en estos grupos de afinidad: es El Famoso de la Panda, sin duda, pero a la vez alguien reverenciado y respetado. Y especialmente, aún considerado Persona Normal.

La conclusión inevitable que se extrae de Still Bill es que esto, todo esto, es ser Un Hombre: coraje y lágrimas. Valor y pena. Familia y amigos. Auto-superación ante el traspiés, altísima dignidad, inmenso amor. No falsa rebeldía ni autodestrucción inútil ni proclamas infantiles, no caprichos de pubescente consentido, no pataletas de niña mimada del rock. No: Ser un hombre es esto, exactamente.
Kiko Amat

(Artículo publicado originalmente en la revista Rockdelux #280 de enero del 2010)